Bien. Hemos hablado, en un pasado capítulo, del árbol de la vida, del proceso de formación del universo y del hombre y, como el hombre se desconectó de ese árbol de la vida, de los aspectos superiores, de los Sephirotes y de las tres fuerzas primarias y de la energía primordial, del Tao, hasta su total desconexión, debido, a que el espíritu se ha quedado atrapado en la materia.
Afortunadamente, las tres fuerzas primarias siguen latentes en cada uno de nosotros, están desconectadas pero siguen latentes y pueden ser reavivadas y reconectadas al árbol de la vida, logrando así, la posibilidad de emanciparnos de las limitaciones físicas y de las penalidades de este mundo físico.
Dentro de cada uno de nosotros existen las tres fuerzas primarias del Tao, del Absoluto, las tres fuerzas del primer desdoblamiento del árbol Sephirótico de la Kábala. Dentro de nosotros existen las fuerzas positivas del Padre, las fuerzas Neutras del Hijo y las fuerzas pasivas y afables de la Madre: “Keter, CHormack y Binah”.
En todas las culturas, estas tres fuerzas están representadas por la Tríada, que en nuestra tradición religiosa cristiana les llamamos: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Cuando hablamos de esas fuerzas, no hablamos de fuerzas externas a nosotros, que también existen, por supuesto, sino, como algo interno, que está dentro de nosotros y que es un reflejo de las tres fuerzas superiores. Dios está dentro de cada uno de nosotros y es ahí en donde debemos invocarle.
Lama, generando la energía del corazón
Cuando una persona apela a esas tres fuerzas, tiene que apelar a las fuerzas que están dentro de sí, dado, que estamos desconectados del árbol de la vida y no podemos dirigirnos directamente a las tres fuerzas primarias superiores.
El mundo o plano del Tao, del Padre, de Dios…es un plano no material, de energía muy refinada y muy elevada y nosotros vivimos en un mundo muy lejano, en otros planos de energía muy densa, en donde ese Dios no tiene conciencia, ni siquiera de nuestra existencia. Dios tiene intermediarios, no obstante, dioses, ángeles, arcángeles, budas, extraterrestres… que viven en planos de energía más próximos al nuestro y capaces, por tanto de percibir el plano material físico y denso en donde actualmente nos manifestamos.
Pero aún así, nuestra consciencia está desconectada de esos planos intermedios y por tanto tenemos que trabajar con las fuerzas internas latentes dentro de cada uno de nosotros.
Por ello, cuando una persona ora a un dios o a una fuerza externa, está dirigiendo su oración o su energía hacia un lugar equivocado, en donde no podrá ser escuchado. Dios está dentro de cada uno y es ahí en donde hay que escucharlo y sentirlo y dirigir nuestras plegarias.
Creer en Dios no sirve, sentirlo y hacerlo vibrar dentro de nosotros es diferente.
Un discípulo pregunta a su maestro Zen: Maestro, ¿tú crees en Dios?
El maestro empezó a reír y reír a carcajadas y el discípulo, perplejo, le dice:
Pero maestro, ¿por qué te ríes? El maestro le responde.
No, no creo en tu Dios, ni en ningún otro Dios que no sea capaz de sentir o percibir dentro de mí mismo y en todo lo que me rodea.
Yo siento a dios, a cada paso, en cada respiración, en cada latido, en toda vida que veo, en todo lo que percibo con mis sentidos o con mis ojos cerrados, no importa, dentro o fuera de mi cuerpo…El discípulo quedó en profundo silencio, juntó sus manos y se inclinó ante su maestro.
Existe otro proverbio o dicho Zen que reza lo siguiente:
“Si encuentras a Buda en tu camino, MÁTALE” ¡Parece algo terrible esta sentencia, ¿verdad?!
Sin embargo, tiene el mismo significado que lo anterior. A Buda se le debe encontrar dentro de uno mismo.
Todo esto nos lleva comprender, que no se debe adorar a ningún dios externo, sea real o imaginario. Se pueden hacer plegarias a los maestros iluminados, ya sean vivos o desencarnados y solicitar inspiración y ayuda, pero nunca adorar o hacer sacrificios a nada externo y menos, si esos sacrificios conllevan el derramamiento de sangre.
Sí es lícito hacer ofrendas de flores, incienso, perfumes, alimentos de origen vegetal, granos, frutas, bebidas a base de té o vino…
Pero, en realidad, si hemos quedado en que no se debe adorar a nada externo ¿para qué sirven las ofrendas y las plegarias?
El objetivo de las ofrendas y las plegarias es desarrollar la energía del corazón en forma de fe, devoción, humildad, esperanza...es una técnica, nada más, que ayuda a elevar nuestro nivel de vibración, especialmente, la energía del corazón.
Y, si no debe adorar a nada externo, entonces ¿por qué se tienen imágenes en un altar?
Bien, esto también tiene su explicación. Es una técnica más, una ayuda para dirigir o canalizar nuestra energía mental y aumentar así, el poder de las plegarias, la devoción, la fe, la humildad. Es un medio o soporte de atención, para que la mente se concentre en una imagen y así, dirigir mejor la energía emocional y mental creadas con la vibración de los mantras y plegarias.
Las imágenes son un soporte de meditación, que nos ayuda a amplificar la energía mental y emocional, no son un objeto de adoración, sino, un soporte de atención y concentración.
No obstante, si esas imágenes son imágenes de Budas que encarnan o representan determinada cualidad de la mente, nos ayudan a conectar nuestra mente con los rayos de energía o vibración que esos Budas envían a los seres humanos para ayudarnos a despertar y que viven, en planos superiores del árbol de la vida…
Uno de los votos que uno asume cuando se hace Budista, es: “NO ADORAR A DIOSES MUNDANOS”. Pero, curiosamente, cuando entras en un templo Budista, el altar y las paredes y los techos están llenos de imágenes, unas de Budas y otras, de Dioses, de todas las formas y colores, unos apacibles y otros aireados, con formas de demonios.
¿Existen esos Dioses y esos Budas? Sí, existen, en planos superiores, fuera de este mundo físico, pero también están dentro de nuestra mente, simbolizan y representan aspectos de nuestra propia mente, apagados o dormidos y que pueden ser despertados con la meditación o ritual conveniente, con los mantras adecuados.
Lamentablemente, los simbolismos budistas, sus dioses y budas, sus rituales y meditaciones complejas, son un mundo exótico y lleno de colorido que para un occidental resultan difíciles de comprender y asimilar y, sin embargo, hay algunas personas que lo consiguen, aunque, con una gran dosis de esfuerzo y búsqueda personal autodidacta, sin apenas orientación y explicación por parte de nadie, que hace, que la mayoría de las personas que buscan una alternativa a su religión católica, acaben todavía más perdidos, confundidos y extraviados.
Si uno no es capaz de comprender, asimilar y digerir su propia tradición religiosa, ¿cómo vamos a lograr entender una filosofía tan compleja, con dioses extraños y rituales en un idioma que no entendemos?
Me viene a la cabeza un gracioso suceso que tiene relación con esto:
Estando en casa de mi casero, en un pueblo cercano a un templo Budista, había una mujer a la que le dijeron, un poco de broma: ¿Por qué no te vas a rezar con los budistas?
Ella respondió: “¡Si aún no oramos lo Nuestro, qué vamos a orar lo de ellos!”
Todos nos echamos a reír…pero tenía toda la razón y más.
En definitiva: No se debe hacer algo si uno no comprende lo que hace, aún y cuando sea en nuestra propia tradición cultural y religiosa, por el mero hecho de que los demás lo hagan y menos, si es algo que no pertenece a nuestra conocida y supuestamente aceptada o impuesta tradición en la que no creemos.
Si uno no comprende lo que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que son algo muy básico de entender, (si te lo explican), ¿Cómo coño te vas a poner a adorar o a orar a dioses de la india, o del Tíbet, o de donde sea?
Bien. La persona que escribe esto habla por su propia experiencia y por la experiencia de otros. Soy conocedor de diferentes tradiciones y cultos, las he estudiado y las he vivido, dado que desde muy joven me vi atraído por el deseo de saber, conocer e investigar y encontrar respuestas a todo.
La primera religión que conocí, fue la santería y el espiritismo y eso fue así desde que nací, porque mi difunta madre era una mujer muy sensible, dotada de una gran clarividencia y conocedora de ese mundo del espiritismo. Pero, ese mundo me asustaba, porque asistía a rituales de espiritismo, en donde la gente se ponía en estado de trance y acababan echando espuma por la boca y con los ojos desencajados.
De joven conocí a los evangelistas, a los testigos de Jehová, a los masones y rosacruces, a los Hares Krisna, a los Gnósticos y finalmente, me hice Budista practicante desde hace más de 20 años, conocedor de diferentes métodos y técnicas de meditación, como la Vipassana.
Toda esa investigación y ese conocimiento me han servido para ver los elementos comunes que existen en diferentes culturas y tradiciones religiosas y filosóficas y de esa manera, puedo extraer o sintetizar lo mejor de cada una de ellas y esto es lo que trato de hacer al escribir y al organizar los cursos, con el objetivo de ahorrar tiempo y quebraderos de cabeza a todas aquellas personas, que como yo y como muchos desencantados, buscan respuestas y que, sin querer, caen en el laberinto del marketing espiritual de occidente, huyendo de su propia tradición religiosa, que no entienden ni asimilan, aunque sea a base de amenazas y castigos eternos.
Pero qué le vamos a hacer, ¡el mundo es así!
Panillo, a 28/08/2019
Autor: Seoan Judith(Manuel Vázquez)
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