Cuando meditas, la agitación producida por los deseos y los temores, así como las preocupaciones se atenúan. Cuando estás libre de ansiedad y preocupación, miedo y deseo, tu mente se vuelve clara. En ese estado puede tomar decisiones, distinguir entre lo que es realmente útil y necesario y lo que no lo es, o entre lo que es conveniente y lo que no. Cuando meditas, muchas de nuestras dudas e incertidumbres desaparecen y entonces, podemos tomar decisiones sin temor a equivocarnos.
La meditación nos da seguridad y confianza y nos ayuda a simplificar nuestras vidas, a no vivir corriendo de un lado para otro, comprando esto y aquello o haciendo esto y aquello. La meditación te ayuda a vivir más tranquilo, en el presente. No hay mejor consejero, vidente u oráculo, que apaciguar la mente y el corazón, concentrando tu atención en el velero de la respiración y en el mar de tus sensaciones. ¡Acostumbrémonos a meditar, es bueno para nosotros y bueno para los demás! La meditación puede ayudarnos a librarnos de las compulsiones y obsesiones que desarrollamos o hemos desarrollado en nuestra vida actual o vida anteriores, calma los deseos compulsivos en general y apacigua los temores y los miedos y obsesiones.
La meditación puede librarte de grandes dolores de cabeza y dolores de estómago producidos por la ira, el enfado, el temor, la angustia, las preocupaciones, la excitación nerviosa. La meditación genera fe y tranquilidad en la mente y en el corazón y nos vuelve individuos más tranquilos y más armoniosos en los actos y manifestaciones del cuerpo, la palabra y la mente.
La meditación nos permite verificar que eso que llamamos Dios está dentro de ti, cuando tu mente está en paz y por eso, cuando meditas, deseas que los demás sientan lo que tú sientes, pero para ello, es necesario que cada uno se esfuerce, porque nadie puede meditar y esforzarse por los demás. Aún así, si tu meditas, los demás se benefician de alguna manera, porque tu comportamiento cambia e irradias, a medida que te esfuerzas, esa paz y los demás acaban sintiéndola, percibiéndola, pero es necesario que cada uno se esfuerce en conseguirla para sí mismo y transmitirla a su alrededor, con sus actos, sus pensamientos, sus palabras, o con su simple silencio. La meditación ayuda a calmar el orgullo, así como el deseo compulsivo de la lujuria, la codicia, la envidia, la aversión. Cuánto más practicamos la meditación, vemos que estas cosas pierden cada vez más fuerza y sólo esto te permite ser algo más feliz.
¡Somos nosotros los que tenemos el poder de hacernos infelices y de crear infelicidad a nuestro alrededor, así como el poder de volver a ser felices y generar felicidad a aquellos a quienes se la hemos robado, nos permite ser más felices, aunque seamos pobres y no tengamos casi nada, nos ayuda a estar contentos y satisfechos con lo que tenemos, a valorar lo que tenemos!
Al Buda Sakiamuni, una vez le preguntaron: Señor ¿Qué has ganado con la meditación?
El Buda contestó: "No he ganado nada, pero he perdido el odio, la ira, el orgullo, la codicia, la ignorancia y la estupidez"
No sé Vázquez. Panillo, 7 de septiembre de 2011.
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