Existen 4 vías principales de eliminación, expulsión de desechos y residuos de nuestro organismo:
La respiración, el sudor, la orina y las heces.
Ósea, aire, fuego, agua y tierra, los cuatro elementos que ingerimos y de los que depende nuestro organismo y que también se desechan, una vez que hemos extraído los componentes vitales de los mismos.
Si estos elementos, una vez consumidos sus elementos vitales, no se desechan, entonces se acumulan en nuestro organismo, causando contaminación, tóxicos y envenenamiento, que derivan en enfermedades diversas.
Por eso es importante que estimulemos nuestra respiración, haciendo ejercicio, por ejemplo, para favorecer la expulsión del aire viciado, además de favorecer una adecuada respiración o inspiración del aire.
El ejercicio y la práctica de los Pranayamas y actividades como el chikung y el yoga, nos ayudan a desarrollar una buena capacidad respiratoria y una buena manera de respirar.
Por otro lado, el ejercicio, la actividad física en general, nos ayuda a sudar y a eliminar, a través del sudor, grasas acumuladas en nuestro cuerpo, además de regular la temperatura corporal. El sudor está asociado al calor ósea, al elemento fuego, cuyo exceso es perjudicial.
La orina está asociada elemento agua, a los riñones.
Los riñones se encargan de filtrar la sangre y para su correcta función, necesitan agua en cantidad suficiente.
Además, el agua es imprescindible para que el intestino esté hidratado, húmedo y así, pueden transitar con facilidad las heces.
Además, el agua es necesaria también, para regular la pérdida de líquidos a través de la evaporación del sudor y de la respiración, así como la boca, al hablar.
Por tanto, el agua, junto con el aire, son elementos fundamentales para que nuestro cuerpo y todos los órganos funcionen correctamente.
El agua, es, después del elemento aire, un alimento fundamental y vital para la vida y para la salud.
Podemos pasar sin comer semanas pero, si respiramos bien e ingerimos agua y bebidas calientes y nos abrigamos bien para conservar el calor del cuerpo, podemos ayunar meses, sin sufrir daños o morir.
En el agua pura de los manantiales y ríos, hay sales y minerales disueltos, incluso vitaminas que pueden nutrir nuestro cuerpo.
En el aire hay millones y trillones de partículas de tierra y polvo y polen... que contienen, también, elementos nutritivos para el cuerpo.
Además, el aire contiene humedad y contiene fuego (el hidrógeno es un gas altamente explosivo, que penetra en nuestra sangre, junto con el oxígeno)
Podríamos casi afirmar, que podríamos vivir del aire, pues en él están contenidos los cuatro elementos:
Agua en forma de humedad, fuego y calor en forma de gases, tierra, en forma de partículas y aire.
Por ello es tan importante que respiremos adecuadamente y hagamos ejercicio, para estimular una adecuada respiración.
Y también, que tomemos agua pura, sin cloro, en cantidad suficiente, para compensar las pérdidas del sudor y para mantener hidratados los intestinos y los órganos en general y, para que los riñones trabajen correctamente, purificando la sangre y eliminando, a través de la orina, las impurezas y tóxicos de nuestro cuerpo.
Se estima, que en invierno, una persona sedentaria, no sometida a actividad física, debería de tomar un mínimo de 4 ó cinco vasos de agua al día, preferiblemente entre comidas. Si la persona está sometida a actividad física, o está en un entorno caluroso por causa de la calefacción y un aire muy seco (como en un hotel, por ejemplo), se deberían tomar unos siete vasos de agua, mínimo.
En verano, se deberían de tomar unos 8 a 10 vasos de agua e incluso más, si la persona trabaja al sol.
De esa cantidad, dos vasos de agua deben tomarse en ayunas, justo al levantarse y antes de desayunar. El resto, como ya se ha comentado, se deben tomar a lo largo del día, preferiblemente entre las comidas.
Una buena manera de saber si estamos bien hidratados, o si bebemos suficiente agua, es, si evacuamos con facilidad, una vez al día, al menos y si orinamos, al menos, cuatro veces al día y la orina tiene un tono claro.
Otro buen síntoma, es tener la piel libre de impurezas, sin grasa, pero hidratada, no seca.
El agua ayuda no sólo a los riñones a trabajar adecuadamente, sino también al hígado.
Si los riñones y el hígado no funcionan bien, las grasas y los tóxicos y desechos no se expulsan y entonces se acumulan, originando multitud de problemas, que se reflejan en la piel, en forma de grasa granos, costras, supuraciones... que, por otro lado, también pueden estar causados por estrés, si vemos que la piel está seca.
Otro síntoma de falta de agua, es la acumulación de grasas o lípidos, la tan conocida celulitis.
Si el cuerpo no elimina los excesos y excedentes y las toxinas, engorda, enferma, se intoxica.
El cuerpo necesita expulsar, depurarse, además de nutrirse en calidad, más que en cantidad.
El aire y el agua son elementos vitales, tanto de nutrición, como de depuración o excreción para nuestro cuerpo.
Y, precisamente, esos elementos, al igual que todos los demás elementos y alimentos que ingerimos de la tierra, están contaminados, procesados, alterados, desnaturalizados.
Hoy en día, es más fácil mantenerse vivo y sin enfermedades, comiendo muy poco o nada, a condición de que sepamos respirar bien , un aire puro, no contaminado y beber agua pura, no contaminada y a ser posible, que no sea del grifo y que no contenga cloro.
De los cuatro elementos y alimentos que ingerimos, el elemento tierra es el que más daño nos causa y el que más contaminado está actualmente. Cuando hablamos del elemento tierra, hablamos de todos los alimentos que surgen de la tierra, incluida carne.
El aire y el agua vienen del cielo y son elementos mucho más vitales y necesarios o fundamentales, que el elemento tierra.
Por otro lado, todavía hoy, es posible, en algunos lugares, respirar aire limpio y beber agua no contaminada ni depurada, ni filtrada, ni embalsada, ni clorada, sin necesidad de comprar agua embotellada.
Pero, los alimentos de la tierra, salvo que cultivemos nuestros alimentos, sin abonos químicos ni abonos procedentes de granjas, en donde los animales están atiborrados de antibióticos y medicamentos, salvo que cultivemos sin pesticidas, ni herbicidas, ni hormonas....salvo que tengamos nuestros propios animales y los alimentemos de manera natural, al aire libre...pues, es casi imposible obtener alimentos puros y no contaminados que procedan de la tierra.
Muchas personas presumen de tener una buena alimentación, porque comen verduras y frutas y evitan la carne y los alimentos procesados... pero, no se dan cuenta de que están ingiriendo grandes cantidades de fosfatos procedentes de los abonos químicos, además de antibióticos, procedentes de los abonos de las granjas y, también, una gran cantidad de pesticidas y venenos y hormonas de crecimiento para acelerar el crecimiento de los vegetales y frutas.
Además, esos vegetales, acelerados en su crecimiento, bien sea con hormonas, abonos químicos, invernaderos....no asimilan ni recogen ni la décima parte de los nutrientes, que un vegetal, crecido y cultivado de manera natural y recogido cuando está maduro.
Si a todo esto le añadimos, que, solemos cocer y freír los alimentos, en vez de asarlos o cocinarlos al vapor, o comerlos crudos, pues resulta, que, las pocas vitaminas y minerales que tienen esos alimentos acelerados, pues se pierden en su mayor parte, con lo cual, realmente, necesitamos comer muchísima más cantidad para estar realmente nutridos, pero, al hacerlo, también ingerimos una mayor cantidad de venenos y fosfatos, que intoxican y acidifican nuestra sangre.
Actualmente, comemos de todo, nos quitamos el hambre, pero nos intoxicamos y enfermamos.
Comer de todo y mucho, no es sinónimo de estar bien alimentados, al contrario.
Antiguamente, en la época de nuestros abuelos, no se comía de todo, no había tanta disponibilidad de alimentos, ni tanta variedad, en cualquier época del año. Se comía lo que había en la estación y lo propio del lugar y aquellos alimentos que se podían conservar.
No había tanta variedad ni cantidad, pero todo era más sano y más natural y nutritivo y la gente era mucho más fuerte y resistían mejor las enfermedades.
Hoy somos muy vulnerables a cualquier agente patógeno y dependientes de medicamentos y la causa, sobre todo, no es la falta de higiene, sino la falta de actividad física y la falta de una alimentación natural, así como la contaminación del aire y del agua y de la tierra y de todos los elementos vitales de los que dependemos.
También existen otras causas, como el estrés, el trabajar a turnos de noche, el bullicio, el alumbrado excesivo nocturno, que rompe o altera los ciclos naturales y hormonales relacionados con el sueño....
Antes, cuando no existía la luz artificial, el ser humano se alumbraba con antorchas, velas y alumbrado de gas, cuya intensidad de luz era tenue y el tono o temperatura de color era parecido a la luz amarillenta o dorada o anaranjada del sol. Esa luz no es excitante y no rompe los ciclos circadianos hormonales.
El problema se agravó, no con la aparición de las bombillas incandescentes, de luz amarilla, sino, con la aparición de los fluorescentes, de luz muy blanca y de los actuales led súper brillantes, que además, son nocivos para la retina.
Pero aun peor, es el destello y centelleo de las pantallas de televisión y de los ordenadores, a los cuáles, estamos expuestos durante largas horas, especialmente en los largos y oscuros días de invierno, que antes, se pasaban alrededor de una hoguera, en familia, hablando y conversando, niños y mayores.....
El mundo ha cambiado, en algunas cosas para mejor, eso es indudable, pero, a nivel humano, ha sido para peor.
Ese es el precio que debemos pagar por la tecnología, que nos separa cada vez más, de la madre naturaleza.
Autor Manuel Vázquez( Seoan Judith Nath)
En Panillo, a 15 de Diciembre de 2020
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