El aspecto femenino. La madre Tara
Vivimos en el mundo de lo femenino, todo lo que nos rodea, todo lo que se manifiesta es hijo de lo femenino, es criado y nace del vientre femenino y tiende a adquirir esa tendencia, la inocencia, la belleza y la bondad, característicos de lo femenino.
Todo hombre debe inevitablemente aprender a amar y respetar esos valores y conservarlos intactos en la mujer a la que se une, si no quiere verse perjudicado o destruido.
Todo hombre que se une a una mujer tiene dos caminos: el camino izquierdo y el camino diestro. Con el primero, el hombre y toda criatura se convierte en un ser inocente y sin conciencia, dependiente totalmente de la madre Naturaleza, como lo es un animal. Con el segundo, el hombre y toda criatura se convierte en un ser inocente también, pero lleno de sabiduría, inteligencia, consciencia, luz y poder, con libertad para manifestarse en el mundo, pero libre del instinto y el destino de un simple animal, encadenado en la rueda natural de la vida y de la muerte, sin voluntad alguna para modificar el incesante retorno en el Samsara.
El mundo femenino tiene dos aspectos, representados claramente por el arcano número seis del Tarot; uno es aspecto de tinieblas, el mundo de Mara, el aspecto seductor y esclavizador. El otro, el aspecto de la sabiduría y el del amor liberador, el aspecto de la misericordia y el perdón, aspectos simbolizados en la Virgen María o Miriam, o en la Madre Tara, como se le reconoce en la filosofía Budista, o Isis, en la cultura del antiguo Egipto, o la madre Devi Kundalini, la vaca Sagrada, en la India.
Toda mujer tiene dentro de sí estos dos aspectos y puede, por tanto, desarrollar uno u otro, o ambos, de acuerdo a la polarización de sus impulsos sexuales, que habitualmente suben a su corazón y no al cerebro, como le sucede al hombre habitualmente.
Se dice que el hombre se esfuerza en conseguir lo que la mujer ya tiene y por eso la desea con vehemencia y la adora como si fuera Dios. ¿Será esto cierto?
Sea como sea, el hombre es, o suele ser el que enseña a la mujer a desviar o polarizar negativamente sus impulsos sexuales, haciendo que estos fluyan hacia el cerebro y no al corazón, perdiendo así su inocencia y todos sus valores propios.
El hombre, al entregar su vitalidad, le cede energía masculina a la mujer, que se embrutece, a la vez que él se vuelve femenino, absorbiendo los valores negativos de ésta. Es así como las mujeres se vuelven hombres con malos modales y los hombres se vuelven mujeres, llenos de miedo, complejos y envidias. Esto acontece por el intercambio de los efluvios del semen y la pérdida de los valores vitales de cada uno, contenidos también en el semen. En el semen están los valores positivos del espíritu y los valores negativos, el ego, el deseo animal. El intercambio de energía entre hombre y mujer no es malo, si que lo que intercambian son valores positivos, valores espirituales.
En ese sentido, no es malo que un hombre se convierta en mujer o una mujer en un hombre, no es malo que un hombre sea pacífico, refinado, amable, ni que una mujer sea fuerte, inteligente y valerosa, como un hombre, como los de antes, por supuesto, como los caballeros de la edad media.
El hombre y la mujer tienen que aprender a utilizar el sexo para no lastimarse y destruirse mutuamente, el hombre y la mujer deben aprender a respetarse y tratarse el uno al otro como seres sagrados, pues en realidad, todos los seres son sagrados, porque el espíritu habita en todo cuerpo, al margen de su forma o manera temporal o transitoria de manifestarse.
Por el sexo, el hombre y la mujer se esclavizan y se someten mutuamente y, por el sexo, pueden liberarse. Por el sexo, el hombre y la mujer se sumergen en la inconsciencia y en el sueño hasta que no son capaces de reconocer, distinguir y reconocer la realidad (de su espíritu), creen en el tiempo y en el espacio y no distinguen lo que acontece, con lo acontecido.
Es absurdo e inútil rechazar o sentir aversión hacia lo femenino, aunque a veces es comprensible que intentemos alejarnos por temor o porque vemos nuestros aspectos negativos reflejados en ella, porque hemos absorbido sus valores negativos en nuestra mente. Todo hombre termina convirtiéndose en una mujer o en un niño, no hay nada malo en esto, si absorbe los valores positivos femeninos, los aspectos de la madre Tara y por supuesto, si no pierde sus valores positivos masculinos de fuerza e inteligencia, valor y honestidad.
No hay ser, salvo aquél que se ha dañado con el excesivo orgullo, el materialismo y la ignorancia, que no apele a la misericordia y al perdón de de Dios Madre, en momentos de sufrimiento y dolor.
Estos aspectos femeninos de Dios, puede perfectamente encarnarlos un hombre, tal como lo hizo el Maestro Jesús.
Jesús, logró el equilibrio, entre las dos fuerzas, dentro de sí, era un hombre y una mujer a la vez, su cuerpo y su mente eran de un hombre, su corazón, sin embargo, de una mujer. En el corazón habita Dios Madre, en la mente Dios Padre.
En el hijo se equilibran ambas fuerzas y se forma un ser andrógino, un ángel, tal cuál fuimos todos y cada uno de nosotros, antes de la salida del edén, en los tiempos de Adam y Eva, hechos a imagen y semejanza de Dios, machos y hembra en un solo ser.
Este estadio de manifestación angelical o andrógino está simbolizado por la Pentalfa, o estrella de cinco puntas al derecho.
La frontera entre un ser Andrógino o Ángel y el estado de un ser ya inferior, de sexos separados, está simbolizado por el arcano seis y la estrella de seis puntas encerrada en un círculo, la estrella de David, el anillo del sabio Salomón.
La creación no debe ni debió pasar más allá de este sello, pues a partir de ahí se forman los reinos inferiores y se sale del paraíso del espíritu, se sale del Edén. Los seres superiores que crearon el universo se aventuraron y rompieron este sello, dos triángulos entrelazados, encerrados en un círculo. Por este motivo, los creadores del universo generaron karma.
Para desarrollar los valores de compasión y bondad, el hombre debe aprender a cultivar y conservar los valores de su consorte, tratándole con mucho amor, pues lo que uno cultiva o da, eso recibe. La mujer es como la tierra en este sentido, o como un niño al cuál se le enseña y educa. Si tratas a un niño con cariño, respeto, paciencia, sería totalmente extraño no recibir de él exactamente lo mismo.
"Dá a una mujer amor, y te dará dicha e hijos, dá a una mujer una casa y te dará un hogar, dá a una mujer tierra o alimentos y te dará comida...dá a una mujer problemas y te dará el infierno". (Proverbio de fuente desconocida)
Lo que uno almacena en la mente, lo que los demás siembran en nuestra mente con su ejemplo o con la impresiones que sus actos, palabras y pensamientos causan en nosotros, nos condiciona para siempre, porque todo se queda grabado en la mente, todas la emociones, no importa que recordemos o no el pasado, todo queda en la mente y nos condiciona e influye en nuestra personalidad y carácter.
Nuestro presente, nuestra forma de ser, sentir, pensar y actuar es una consecuencia del pasado, no solo de esta vida, por supuesto.
Nuestra mente y nuestras emociones son la consecuencia de una suma casi interminable de emociones de nuestro interminable pasado. Estamos más condicionados, manejados y manipulados por el pasado almacenado en nuestro subconsciente, que por el presente. En realidad, nuestro presente no existe, vivimos en el pasado, repetimos incesantemente lo que ya hicimos o vivimos, de manera inconsciente y mecánica; vivimos manejados por el instinto, igual que los animales, apenas podemos modificar, consciente o inteligentemente, nuestro presente y nuestro futuro, que al fin y al cabo son lo mismo.
Cada segundo del presente es hijo de cada segundo pasado, por este motivo, nuestro futuro es fácilmente predecible.
Lo que no cambia o no hacemos diferente aquí y ahora, no cambiará ni será diferente ni en otro lugar ni en otro momento, ni servirá para borrar el pasado de nuestro cerebro así como así.
De ahí el proverbio Zen: "¡Si tú no!, ¿Quién? ¡Si ahora no!, ¿Cuando? ¡Y si no es en este lugar! ¿Donde?"
Tenemos que recuperar nuestra estrella, el camino es entrelazar los dos triángulos, el masculino y el femenino y cerrarse ante las fuerzas negativas descendentes y recuperar finalmente, cada uno, su propia Pentalfa o estrella interior, la estrella de donde cada uno salió, la estrella particular, nuestro Real Ser.
Tenemos que volver a las estrellas, el camino o método es el mismo que nos sirvió para bajar al Samsara, el sexo, la energía, conservar nuestra energía y cultivar la atención y desarrollar humildad, amor y sabiduría.
La mujer entiende muy bien este lenguaje, sabe a lo que nos referimos. El maestro Jesús tuvo grandes seguidoras femeninas, muchas mujeres se iluminaban y entraban en éxtasis con facilidad al escuchar a Jesús. Sin embargo Jesús atrajo a muchos varones, pero los más acérrimos seguidores fueron mujeres.
Al principio del cristianismo, las mujeres y los hombres formaban parte de una comunidad secreta, los Esenios. Conocían y practicaban los secretos del tantra sexual, la sexo yoga. Los Esenios fueron gnósticos y fueron perseguidos como herejes por la iglesia católica y apostólica de Roma, alidada con los intereses de los ricos de aquél entonces. La iglesia apostólica de Roma fue formada por un puñado de hombres de clase alta, homosexuales en su mayoría, que repudiaban a la mujer y reprimían el sexo en los demás, considerándolo algo pecaminoso, tal cuál ha acontecido hasta nuestros días.
Los verdaderos cristianos fueron perseguidos y dispersados, obligados a formar sectas, que se reunían a escondidas y cuando eran cogidos eran obligados a declararse brujos y adoradores del diablo, para quemarlos en la hoguera.
La Iglesia apostólica romana de nuestros días tiene en parte que ver con el cristianismo, con su destrucción especialmente, y por otra parte, no se le parece en absoluto. Ser católico no significa necesariamente ser cristiano.
El catolicismo es una desviación clara del cristianismo predicado por Jesús y, aunque hoy, la iglesia intenta enmendar sus muchos errores, el alcance de las consecuencias a nivel de atraso espiritual, filosófico, artístico, social y tecnológico en la humanidad han sido enormes y muchas personas se han vuelto incrédulas y rebeldes e irrespetuosas con la religión o filosofía tradicional a causa de esto.
Los jóvenes deben e aprender a acercarse de nuevo a la historia de Jesús y si lo desean, pueden adentrarse, también, en la filosofía Budista para realizar o llenar ese vacío que todavía surge en infinidad de seres y que no saben como llenarlo, como canalizarlo, sin amenazas, miedos, represión, imposición, obligación y con la historia trasgiversada y trastocada acerca de su propia tradición religiosa.
En este sentido, los budistas y los gnósticos tenemos un gran papel, para formar una generación de personas que crean de nuevo, de manera natural, en los valores éticos y en los valores humanos.
Por supuesto, existen otros grupos que intentan hacer esto con sus hijos, educarlos con cierta ética, pero las cosas no son fáciles, ni para unos ni para otros, debido a la resistencia y el rechazo general de la sociedad hacia todo lo que suena a espiritual o a ética, sin ir más lejos.
No podemos aislar a nuestros hijos ni nosotros tampoco podemos hacer esto, aislarnos totalmente del mundo, sentir o generar aversión, fobia y rechazo… no se trata de eso, no se trata de ver a la sociedad como un monstruo abominable al que hay que temer, pero sí como un lugar en el que hay que saber vivir y sobrevivir con sumo cuidado, para no desarrollar eso que de que tanto hablamos, el materialismo, el vivir por vivir, o el vivir solo para obtener satisfacciones y posesiones materiales y no preocuparse de cultivar nuestro espíritu. De todas maneras, la sociedad en general se ha vuelto un espejo de malos ejemplos para poder educar a nuestros hijos, e incluso para nosotros mismos, los adultos.
Debemos de equilibrar las pasiones, los deseos, las satisfacciones materiales, con el cultivo interior de nuestro espíritu. Debemos de aprender a serenar la mente y las emociones y no perder la cabeza por causa de la ansiedad generados por los deseos y las preocupaciones mundanas. Tener deseos y satisfacciones materiales es algo normal, tenemos un cuerpo el cuál tiene ciertas necesidades de confort, tenemos emociones y pensamientos que surgen de las experiencias e impresiones de los sentidos del cuerpo, pero perder la serenidad de la mente por causa de estas cosas es irse al otro extremo, perder la noción de lo que somos realmente: "Mente, espíritu y vacío", seres sin limitación real de espacio o tiempo.
Debemos de imitar a los antiguos sabios: "Los pies en la tierra y la mente, en el corazón" (No en las nubes). La mente no debe anclarse excesivamente al cuerpo, debemos de aprender a disociar la mente del cuerpo a través de la relajación y de la meditación y así no desarrollaremos tanto apego y aferramiento por las cosas materiales, que son siempre pasajeras, son transitorias, nos guste o no. Si no lo fueran, nuestra mente o espíritu estaría eternamente atada a la materia y eso sería horrible.
La muerte y el renacimiento sucesivo con cuerpo humano, o en reinos inferiores tienen como objetivo lavar un poco el apego, el materialismo, aunque también sirven para generarlos.
Las experiencias desagradables, aparte de servir para ganar experiencia, sirven también para generar en la mente, el deseo de no renacer con cuerpo material. Esto ocurre al cabo de cierto tiempo, en que ya nos sentimos un poco hartos, inconscientemente, de hacer siempre lo mismo. Las experiencias desagradables generan también el deseo de superarse y evolucionar.
Panillo, a 02/08/2019
Autor: Seoan Judith(Manuel Vázquez)
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